Desde 2015, las emisiones han disminuido un 2 % al año, siendo más influyente el sector energético (-6 %/año) que el consumo final (-1 %/año).
Desde 2022, la actividad industrial en la UE ha caído un 5 % de media. Esta disminución es más pronunciada al considerar las ramas con mayor consumo energético. Estas reducciones están estrechamente vinculadas al fuerte aumento de los precios de la energía, que ha afectado más duramente a la industria europea.
La caída de la producción industrial es la principal razón de las recientes bajadas en el consumo de energía y las emisiones de CO₂, mucho más que las mejoras en la eficiencia energética y la descarbonización.
El consumo de electricidad en la industria ha disminuido desde 2015, y su participación en la demanda total de energía industrial ha crecido solo marginalmente. A pesar de los objetivos de descarbonización, la electrificación en la industria sigue siendo limitada, especialmente en sectores donde las alternativas a los combustibles fósiles todavía son costosas o no están disponibles.
Las emisiones directas de CO₂ de los hogares en la UE han disminuido un 11 % desde 2019, a pesar del continuo crecimiento moderado de la población, las viviendas y el equipamiento. Esta discordancia se debe en gran medida a las mejoras en la eficiencia energética, un incremento en el *cambio de combustibles, los inviernos menos rigurosos, pero también a la suficiencia energética, es decir, a una reducción del consumo de servicios energéticos asociada al comportamiento del consumidor, independientemente de la eficiencia técnica.
La proporción de electricidad en los hogares ha aumentado solo ligeramente (1,5 pp) desde 2019, lo que pone de relieve el ritmo lento de electrificación en el sector residencial. Si bien han surgido las bombas de calor, que ahora cubren alrededor del 8 % de la calefacción de espacios residenciales, su impulso parece estar decayendo, lo que se refleja en el descenso de las ventas en 2024.
Las emisiones de CO₂ del transporte se han mantenido estables desde 2022, situándose alrededor de un 4 % menos que en 2019, antes de la pandemia de COVID. Esto se debe principalmente a la reducción del tráfico de pasajeros, mientras que los volúmenes de mercancías se han mantenido estables.
Los vehículos eléctricos siguen desempeñando un papel menor, y representan tan solo el 2 % del parque automovilístico. Las nuevas matriculaciones habían estado aumentando significativamente, pero comenzaron a disminuir en 2024. Hasta ahora, esta dinámica también está circunscrita a los automóviles privados, lo que limita el alcance de los vehículos eléctricos. La electricidad cubre solo el 2 % de la demanda energética en el transporte en su conjunto, y esto se debe en gran parte al transporte por ferrocarril, no al por carretera.
La combinación energética apenas ha cambiado: los productos petrolíferos todavía representan el 92 % del uso de energía en el transporte, y no ha habido cambios modales hacia medios de transporte con bajas emisiones de carbono y menor demanda energética: el transporte por carretera se mantiene dominante, con el 90 % del tráfico de pasajeros y el 80 % del tráfico de mercancías, ambos estables desde 2010.
Las energías renovables representan ahora casi el 50 % de la generación de electricidad, y han sustituido en gran medida a los combustibles fósiles. Como resultado, la intensidad de carbono de la electricidad ha caído un 40 % entre 2015 y 2024.
Sin embargo, cabe señalar que la propia caída en el consumo de electricidad también ha contribuido a reducir las emisiones. Esto contradice la idea de que la descarbonización de la generación de electricidad debe ir acompañada de una electrificación de uso final importante para obtener todos los beneficios de una electricidad más limpia.
En resumen, la reciente disminución de las emisiones en la UE se debe en gran parte al contexto económico y demográfico, que no está impulsando el consumo de energía y las correspondientes emisiones de la misma manera que en las economías emergentes. El declive de la industria europea como componente importante de la disminución de las emisiones lo convierte en un motivo de preocupación, más que en un resultado positivo.
Están surgiendo tecnologías de bajas emisiones y eficiencia energética, pero no a un ritmo suficientemente alto. Los vehículos eléctricos y las bombas de calor son aplicaciones de nicho, y están empezando a mostrar signos de desaceleración. La descarbonización de la generación eléctrica mediante renovables ha sido significativa, pero la disminución del consumo eléctrico es tal que el impacto de la expansión de dichas renovables ha sido limitado.
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Dichos hallazgos se han contextualizado en relación con los objetivos climáticos a largo plazo:
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